La desinformación en temas de nutrición
Hoy en día, cada vez hay más personas que se interesan por la salud en general, y en concreto por la nutrición, ya que una alimentación sana es uno de los pilares básicos para tener buena salud.
Para conseguirlo, se puede hacer con alimentos diversos y de muchas maneras, por lo que se ha tratado de buscar en los alimentos propiedades beneficiosas para mantener o mejorar la salud. Así el consumidor tiene una mayor posibilidad de elección, pero también poca información contrastada y mayor confusión respecto a si son verdad o no estas propiedades, ya que se siguen más criterios comerciales que científicos.
¿Realmente estoy siguiendo una alimentación saludable?
El creciente interés por seguir una dieta sana para alcanzar estados óptimos de salud empieza a generar nuevos hábitos alimentarios. Éstos apuestan por los alimentos saludables en lugar de procesados, pero a veces las recomendaciones dietéticas se dan de forma "sesgada", es decir, según la influencia personal a la que esté sometido el profesional sanitario que las ofrece. Defienden argumentos que justifican el uso de una dieta sin cuestionarse si puede ser más o menos adecuada para la persona en cuestión, en función del estado de salud que tenga y teniendo en cuenta las necesidades de cada uno.
Por ejemplo, la dieta “paleo” dice sí al consumo de carne y quita el de legumbres (que son muy saludables para el corazón), pero si se tiene una enfermedad cardiovascular habría que consumir muchas frutas y hortalizas, varias raciones de pescado azul y carne magra a la semana, para que así sea saludable para el corazón. Por eso, es crucial que en caso de patologías, la persona acuda a un buen dietista, ya que una misma dieta se puede llevar a cabo de manera saludable o no.
Determinar el consumo de ciertos tipos de alimentos en función de distintas dietas puede ser un error si no se utilizan de forma adecuada a nuestras necesidades personales. Los alimentos son más complejos y van más allá de cualquier ideología que pretenda establecer el consumo cerrado de algunos de ellos en relación a una creencia que puede o no, tener algún sustento.
Ahora bien, una dieta bien planteada, puede ser muy positiva en el tratamiento y/o prevención de patologías y en conseguir llevar un estilo de vida sano. No hay una solución única para una persona, es decir, que pueden funcionar diferentes estrategias dietéticas.
¿De qué podemos fiarnos?
Que una dieta esté de moda, o que haya libros (best sellers,…) que hablen de ella, no garantiza que dicha dieta sea recomendable, sobre todo si contradicen las recomendaciones dietéticas de las entidades de referencia en salud pública.
El interés cada vez mayor por la nutrición, las expectativas exageradas y poco realistas de los beneficios de una buena alimentación, y el desconocimiento hacen proliferar los falsos gurús de la alimentación.
El seguimiento de las diferentes dietas lo debe hacer un buen dietista, para que éstas sean saludables y/o curativas. Sino es muy fácil caer en una dieta insana, las cuales están aumentando a un ritmo acelerado, e incrementan el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles (cáncer, diabetes, enfermedad cardiovascular, etc.).
Entonces, ¿qué tipo de alimentación es saludable?
Las dietas asociadas a un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas son:
- Predominan las carnes rojas y procesadas.
- Abunda la comida basura (fast food).
- Se priorizan los cereales refinados sobre los integrales.
- Se consumen de forma habitual alimentos muy procesados y también alimentos superfluos: repostería, bebidas azucaradas (refrescos), aperitivos salados, etc.
Las dietas asociadas a un menor riesgo de sufrir las patologías anteriores cumplen con estas características:
- Consumo de alimentos vegetales, es decir, frutas frescas, verduras, hortalizas, legumbres, frutos secos y cereales integrales (arroz integral, pasta integral, pan integral).
- Menor presencia (aunque frecuente) de pescado, carne blanca, lácteos bajos en grasas y aceite de oliva virgen extra.
- Alimentos ecológicos, de proximidad y de temporada.
- Aporte nulo o muy bajo (y ocasional) de los alimentos siguientes: cereales refinados (pasta blanca, pan blanco, arroz blanco, etc.), azúcar o alimentos azucarados (bollería, repostería, bebidas azucaradas), y carnes rojas y procesadas.
- Se limita el consumo de bebidas alcohólicas.
Es decir, las dietas saludables reciben diferentes nombres (dieta mediterránea,…) según el país o el equipo de investigación que las ha evaluado, pero la base siempre presenta una composición parecida.