
¿Cuándo decimos que un niño pega mucho?
Solemos ponerle la etiqueta de «pegón» (o «pegona», por supuesto) cuando nuestro hijo o hija de a partir de un año, aproximadamente, al entrar en relación con otros de su edad o más mayores, incluso adultos, les pega constantemente, ya sea por la mínima contrariedad o muchas veces sin motivos aparentes. «¡Zas!», deja caer su manita, fuerte, en la cabeza del otro, en la cara, o lo golpea con el objeto que tiene en la mano. ¿Qué hacer con los niños que pegan mucho?
Suele darnos miedo llevarlo a reuniones familiares o fiestas infantiles, ya vamos con el temor de que nos va a poner en compromiso, porque aunque empiece jugando y esté aparentemente a gusto, sabemos de antemano que la cosa va a acabar mal: entrará en conflicto con los demás, habrá lloros y acabaremos de los nervios.
¿Es normal esa conducta?, ¿hasta qué edad?
Es habitual. Sobre todo en determinadas edades. Eso no quiere decir que no tengamos que prestar atención a los niños que pegan ni que no debamos intervenir en determinadas ocasiones.
Cuando el niño tiene aproximadamente un año deja de ser bebé y tiene cierta autonomía corporal. Todavía no se ha desarrollado el lenguaje pero sí se puede desplazar bastante, y posee una integración de bracitos y piernas que le permiten alcanzar objetos, manipularlos, lanzarlos, ir hasta donde han visto algo muy interesante, etc.
En este momento puede haber muchas frustraciones, los peques se dan cuenta de sus limitaciones. Ante la imposibilidad de hablar, de hacer razonamientos o de resolver las cosas negociando, porque no hay madurez para ello, empleamos la fuerza en los momentos críticos de conflicto. Así nos expresamos. Cuando queremos algo y no podemos conseguirlo, cuando nos quitan de las manos ese juguete al que tanto apego tenemos, sale instintivamente la agresividad y «pam», podemos pegar. A veces ese pegar es más intencionado, hacia la persona que nos ha frustrado, aunque en general, en estas primeras edades, se trata de una descarga sin más. Tensión corporal que se alivia en un tortazo o un golpe.
Alrededor de los dos años va apareciendo la capacidad de abstracción y el pensamiento. La comunicación empieza a llenarse de matices, entendemos más y podemos expresarnos con una herramienta nueva, el lenguaje. Es un período de paso en el que se puede ir alternando la comunicación no verbal con la verbal. El pegar tiene que ir dando paso a otras interacciones, en las que empieza a entrar el saber esperar y el autocontrol.
Más mayorcitos, de tres, cuatro, cinco años en adelante, la maduración cortical e integración corporal permite unas interacciones con el mundo mucho más elaboradas, las relaciones cobran mucha importancia, así como el poder negociar en las diferentes situaciones que se presentan. La fuerza bruta ya no tiene tanto sentido, podemos contrastar opiniones, ver la posición del otro y defender la nuestra desde el diálogo. A esta edad ya no es tan habitual encontrar niños que pegan sin más.
Entonces, si va creciendo y sigue pegando… ¿qué podemos hacer?
En primer lugar, veamos las causas de esos niños que pegan:
- Ambiente agresivo en casa. El niño o niña ha tomado como referente unos comportamientos más o menos violentos de sus padres, hermanos, etc.
- Frustración constante e inmadurez para resolver conflictos. Continuamente se le interrumpen sus ritmos en las acciones que realiza, se carga, se tensiona y no sabe canalizar su rabia de otra forma.
- Pobre capacidad de expresión verbal.
- Pasar un momento vital delicado: entrada en el cole, cambio de domicilio, separación de padres, etc.
A partir de ahí, intervengamos para ayudarles
- Acerquémonos a ellos desde el cariño, el niño «agresivo» necesita sentirse querido. No permitimos que haga daño a otros pero él no es malo.
- Ayudémosles a entender qué les pasa, a poner palabras a sus sentimientos legítimos de rabia o frustración.
- Si está entre iguales, permitamos que se vayan autorregulando, haciéndoles ver que si son demasiado agresivos los demás no van a querer jugar con ellos.
Ofrezcámosles vías para canalizar esa rabia o frustración
- Enseñémosles con el ejemplo el valor del diálogo para resolver conflictos.
- La expresión plástica funciona muy bien complementando a las palabras: démosles la oportunidad de dibujar, pintar, trabajar con plastilina, moldear barro, etc. Los mediadores artísticos permiten descargar tensiones sin entrar en conflicto con los demás.
- Ofrezcámosles a estos niños que pegan vías de descarga motriz: juegos al aire libre, deportes, expresión corporal, danza, etc.