Tipos de disfagia: causas, detección y tratamiento dietético

Vamos a conocer los diferentes tipos de disfagia, cuáles son sus causas y cómo puede ser detectada. La posibilidad de padecer disfagia aumenta con la edad.

Tipos de disfagia: causas, detección y tratamiento dietético
Nuria Parra
Técnica Superior en Dietética. Me apasiona la fisiología humana; conocer cómo funciona nuestro organismo y por este motivo quiero dedicarme a la nutrición clínica.

¿Qué es la disfagia?

La disfagia es un síndrome frecuente cuya prevalencia aumenta con la edad debido al envejecimiento y a la presencia de determinadas enfermedades neurológicas, por lo que su diagnóstico y tratamiento será primordial para mejorar la salud de estos pacientes.

La disfagia es la dificultad o molestia que se ocasiona en la deglución (proceso de tragar en el paso de los alimentos de la boca al estómago). Se puede presentar a cualquier edad, pero sobretodo en ancianos debido al envejecimiento y, en ocasiones, en neonatos prematuros o que sufran alguna enfermedad congénita.

Puede afectar a distintos niveles del proceso de deglución, es decir, tanto a la propulsión del bolo alimenticio, como a la estructura de la faringe durante la deglución o a la apertura del esfínter esofágico superior.

Causas, detección y tipos de disfagia

Las causas de la disfagia pueden varias::

  • Daño estructural: alteraciones de la orofaringe y esófago, tumores, etc
  • Daño funcional: enfermedades neurológicas, problemas musculares, envejecimiento, etc.

La detección de la disfagia puede realizarse mediante varias pruebas, como por ejemplo:

  • El test volumen-viscosidad (MEVC).
  • El esofagograma.
  • La videofluoroscopia.

En cuanto a los tipos de disfagia podemos distinguir:

  • Disfagia orofaríngea: se produce a nivel de la garganta. Puede ser de intensidad leve a imposibilidad absoluta de deglución, se inicia al comenzar la deglución y normalmente es de origen neurológico.
  • Disfagia esofágica: se produce a nivel esofágico y es de tipo neuromuscular (pérdida de musculatura, que provoca contracciones más débiles, las cuales condicionan la deglución) y suele cursar con dificultad al tragar sólidos y líquidos.

Recomendaciones generales en disfagia

Estas recomendaciones pueden ayudar en los diferentes tipos de disfagia, son recomendaciones generales que serán beneficiosas para pacientes que la padezcan:

  • Adaptación a la alimentación/materiales adecuados (espesantes, triturados, etc), dependiendo del tipo de disfagia que presente el paciente.
  • Maniobras deglutorias específicas.
  • Cambios posturales (qué tipo de posturas son las más adecuadas para una mejor deglución); la mejor alineación es la tronco-dorso-cefálica.
  • Posición y asiento adecuados.
  • Ejercicios orales.
  • Comer acompañados.
  • Pequeños volúmenes de alimentos.
  • Evitar pajitas o jeringas, mejor cuchara que estimula la deglución.
  • No tumbarse inmediatamente después de las comidas.
  • Que el paciente tenga una buena higiene bucodental (hará que estén en buenas condiciones nuestros dientes), lo que será beneficioso para una correcta masticación y una mejor deglución.

Tratamiento dietético para los diferentes tipos de disfagia

En los pacientes con alguno de los diferentes tipos de disfagia, deberemos realizar una dieta segura adaptada al tipo de disfagia que presente para evitar aspiraciones y mantener el aporte nutricional y de hidratación óptimo.

Realizaremos una dieta individualizada en función del tipo de disfagia (sólidos, líquidos o ambos) y habitualmente deberemos realizar revisiones periódicas para observar si han mejorado o empeorado, sobretodo en ancianos, donde la disfagia es muy frecuente, lo que hace que se establezca como crónica y muchas veces tiene tendencia a empeorar, por eso es tan importante realizar dicho seguimiento.

Debemos tener en cuenta que la disfagia puede pasar de disfagia a sólidos a disfagia a líquidos, al revés, o presentar disfagia tanto a sólidos como a líquidos.

Una de las técnicas más utilizadas para saber el nivel de tolerancia que tiene el paciente a los alimentos es el test MECV (test de volumen-viscosidad).

Según el test, existen tres niveles de consistencia y tres niveles de volumen:

  • Niveles de consistencia:
    • Viscosidad baja/líquido (agua, leche, café, infusión).
    • Viscosidad media/néctar (zumo de melocotón o tomate, yogur líquido, miel.).
    • Viscosidad alta/pudin (gelatina, flan…).
  • Niveles de volumen:
    • Volumen bajo: alimentación con cuchara de café.
    • Volumen medio: alimentación con cuchara de postre.
    • Volumen alto: alimentación con cuchara sopera rasa.

Alimentos de riesgo en disfagia

En general, en los pacientes con disfagia, lo más recomendable sería pautar una dieta lo más homogénea posible, es decir, cuanto menos posibilidades de texturas distintas le demos, menor va a ser el riesgo de aspiraciones, y por tanto, de posibles ahogos y otras complicaciones como infecciones en las vías respiratorias.

Siempre deberemos individualizar y estudiar el caso del paciente que tenemos delante, valorando su grado de disfagia y de tolerancia a los alimentos y una vez contemos con esa información, podremos estudiar la posibilidad de si por ejemplo, su disfagia es únicamente a sólidos, darle líquidos sin espesar.

Los alimentos de textura mixta son de alto riesgo en disfagia y por tanto habría que evitarlos porque precisamente cuentan con todo lo “malo” de los alimentos para las dos disfagias (tanto a sólidos como a líquidos).

Algunos alimentos que pueden causar “problemas” en este tipo de pacientes, dependiendo del tipo de disfagia que presentan son:

Alimentos de textura mixta. Leche con galletas, sopa de arroz o pasta
Alimentos que desprenden líquidos. Sandía, naranja, mandarina, pera de agua.
Alimentos que puedan fundirse. Helados, gelatinas.
Alimentos que no forman bolo. Arroz, legumbres enteras, guisantes.
Alimentos que se desmenuzan en la boca. Carne picada, galletas de hojaldre, tostadas.
Alimentos resbaladizos. Guisantes, almejas, habas.

En conclusión, es muy importante que en los pacientes con disfagia se valore la tolerancia de dichos pacientes a los alimentos y sus texturas, para poder realizarles un plan de alimentación individualizado y que no suponga un riesgo para su salud.

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