
Obesidad: una gran pandemia del siglo XXI
La resistencia a la leptina puede tener que ver con el aumento de la obesidad en la población mundial causando un gran problema ya que se ha convertido, la obesidad, en una gran pandemia en el Siglo XXI. Alrededor de 1 billón de personas en el mundo padecen de sobrepeso, y 300 millones de éstas, padecen obesidad. Es un gran problema de salud pública, que afecta cada vez más desde la infancia y que provoca múltiples afecciones asociadas; diabetes tipo II, hipertensión arterial o dislipidemia, incrementando el riesgo de enfermedades cardiovasculares o incluso actuando como factor de riesgo de determinados tipos de cáncer como el de mama, endometrio o colon.
En muchas ocasiones, atribuímos el problema a la ingesta excesiva o a la falta de fuerza de voluntad, con una visión muy simplista, sin tener en cuenta los múltiples factores que pueden verse implicados como los culturales y sociales, estrés, sedentarismo, algunas patologías como hipotiroidismo, hormonas, etc.
Mecanismo hambre-saciedad: grelina y leptina
Concretamente estas hormonas, son unas de las protagonistas en la regulación del hambre real y la saciedad. Dentro de este mecanismo, tendríamos la grelina y la leptina como potenciadoras de estos efectos. Hay que tener en cuenta que en este sistema, influyen otras hormonas, citoquinas, péptidos, etc, en un mecanismo complejo, pero nos centraremos en estas dos y principalmente en la leptina.
La grelina, hormona del hambre, se excreta principalmente en el estómago y estimula el apetito, aumentando la ingesta de alimentos y favoreciendo el almacenamiento de grasa. La leptina, al contrario, es la hormona de la saciedad. Hablemos más detenidamente de esta última.
Leptina, ¿cuál es su función?
La leptina, a diferencia de la grelina, es producida por las células grasas del cuerpo, por los adipocitos. Cuando éstos tienen suficiente grasa almacenada, secretan leptina que es transportada por el torrente sanguíneo hasta el cerebro, donde envía una señal al hipotálamo. Los niveles altos de leptina, envían la señal de que hay mucha grasa almacenada y que por lo tanto no es necesario comer más. Además, esto induce un mayor gasto energético, se acelera el metabolismo.
En cambio, cuando los niveles de leptina son bajos, esta señal no se produce y por lo tanto se mantiene la sensación de hambre y el gasto energético se reduce, disminuyendo el metabolismo basal. Evolutivamente, la leptina ha evitado que el ser humano muera de hambre o que comiera en exceso, favoreciendo la supervivencia en su entorno natural.
Por lo tanto, conociendo su funcionamiento; las personas que padecen obesidad, ¿no deberían tener niveles más altos de leptina y por lo tanto saciarse antes?, ¿cómo es posible que las personas que sufren obesidad tengan más hambre y gasten menos energía? La respuesta está en la Resistencia a la Leptina.
Resistencia a la Leptina y estrategias para revertirla
La resistencia a la leptina se puede producir por varios motivos. Por un lado, al haber niveles tan altos de leptina, se produce una saturación y los receptores de la hormona se vuelven insensibles, por lo que a pesar de mantenerse niveles altos, no se cumple su función y por ende, la persona sigue teniendo hambre y su gasto energético se reduce.
Además, otra posible causa puede ser la inflamación. Las personas que padecen obesidad, mantienen inflamación crónica de bajo grado, y ésta ocasiona cierta disfunción hipotalámica que dificulta la correcta señalización de la leptina. Por último, también otros estudios demuestran, que un nivel alto de triglicéridos en sangre, provocan resistencia a la leptina.
Por un lado, la inflamación en la obesidad produce disfunción en el hipotálamo y no llega una correcta señal de leptina, y por otro lado, consecuencia de unos determinados hábitos de vida, se potencia ese estado inflamatorio crónico de bajo grado.
Sería lógico revertir poco a poco esa resistencia a la leptina, potenciando un estilo de vida saludable con las siguientes estrategias:
- Consumo de fibra soluble tipo pectinas, mucílagos y gomas: estas disminuyen la absorción de hidratos y grasas a nivel intestinal, mejorando la composición de la flora. Los alimentos con este tipo de fibra serían por ejemplo los cítricos o semillas de lina y chía.
- Eliminar consumo de alimentos ultraprocesados y grasas hidrogenadas: causantes de inflamación y potenciar ácidos grasos W3 (p.e. pescado azul)y ácido gamma-linoléico o AGL (p.e borraja o grosella negra), así como potenciar ácidos grasos de cadena media: láurico, palmítico y mirístico (aceite de coco). También es importante combinar las grasas insaturadas con un mayor aporte de grasas saturadas y monoinsaturadas de buena calidad como aguacate, mantequilla de pasto o aceite de oliva.
- Potenciar comidas más saciantes: para poder reducir el número de ingestas. El ayuno en estos casos puede resultar en principio un estresor para la persona, se trataría de intentar saciarse más plenamente y dar mayor descanso al sistema digestivo entre horas. Sería interesante incrementar la ingesta de proteínas y grasas de calidad por ser saciantes.
- Asegurar un buen descanso de calidad y reducir el estrés: con un mal descanso se afecta a la producción de melatonina. Ésta ejerce una importante función en la regulación del hambre, gasto energético y acumulación de grasas y por otro lado, un estrés mantenido en el tiempo con un cortisol aumentado, puede inducir una reducción de leptina y por lo tanto incrementar la sensación de hambre.
- Aumento de actividad física teniendo en cuenta las posibilidades de la persona. Puede tratarse de personas que quizá toleren mejor ejercicios de fuerza, muy convenientes en la pérdida de peso. En cuanto a ejercicio aeróbico, se debe tener cuidado en no realizar ejercicios muy intensos que puedan estresar, manteniendo un ritmo bajo-medio. En general, aumentar la actividad física evitando el sedentarismo y favoreciendo el incremento del NEAT, actividad física que realizamos no asociada a un ejercicio programado. Por ejemplo: subir y bajar escaleras, ir andando al trabajo o alargar paseos diarios.
Para terminar, la obesidad va mucho más allá de un simple balance calórico o falta de fuerza de voluntad. Son múltiples los factores que influyen en esta, entre ellos la resistencia a la leptina, que produce un efecto de pescadilla que se muerde la cola. Si no se actúa adecuadamente, la situación empeora perjudicando la salud y poniendo en riesgo la calidad de vida de la persona.
La investigación científica, avanza en la búsqueda de fórmulas que reviertan esta resistencia a la leptina, si bien todavía, queda camino por recorrer. Afortunadamente, con constancia y ayuda de un buen profesional o profesionales, es posible revertir la situación.