
¿Qué es?
La inflamación es la forma que tiene nuestro sistema inmune de defendernos ante un daño como podría ser una infección, una herida o un esguince. Cuando nos hacemos un corte, por ejemplo, notamos dolor, hinchazón y calor que son síntomas de que el cuerpo, mediante esta herramienta que llamamos inflamación, está reparando el tejido para solucionar el problema.
Este proceso sucede de forma ordenada y su finalidad, como hemos dicho, es la recuperación. A este tipo de inflamación, que es potente y temporal, le llamamos inflamación aguda, tiene un papel vital en la supervivencia y termina una vez se ha erradicado la amenaza.
Ahora bien, existe otro tipo de inflamación, que llamamos crónica de bajo grado, que crece lenta y silenciosamente a lo largo de los años. La inflamación crónica de bajo grado no es evidente como la aguda y presenta síntomas poco visibles, difusos o engañosos y que pueden afectar a varios tejidos a la vez.
Causas de la inflamación crónica de bajo grado
- Obesidad: cuando hay obesidad encontramos un tejido graso inflamado que contribuirá a generar resistencia a la insulina y síndrome metabólico, la antesala de la diabetes.
- Sedentarismo: la falta de ejercicio físico se relaciona con la obesidad y, además, el ejercicio tiene una incidencia directa sobre el nivel de inflamación por sí mismo y no solo por estar relacionado con la quema de grasa. Tener un tejido muscular en buen estado también ejerce una acción antiinflamatoria en el organismo.
- Dieta inadecuada: tomar alimentos proinflamatorios como frituras, ultraprocesados o alcohol nos pone en la cuerda floja a nosotros y a nuestra microbiota favoreciendo, aún más, un estado inflamatorio.
- Alteraciones del sueño: respetar las horas de descanso y los ritmos circadianos es de vital importancia para reducir los niveles de estrés y conservar la salud.
- Microbiota alterada: las condiciones de la vida moderna contribuyen a que nuestra microbiota se desequilibre y que nuestro intestino se vuelva permeable, dejando pasar al torrente sanguíneo partículas que no deberían y que alteran a nuestro sistema inmune.
- El estrés: tan habitual en estos días, tiene una afectación sistémica en nuestro organismo. Desregula y altera infinidad de procesos y es por este motivo que es un factor importantísimo a tener en cuenta para conservar un buen estado de salud.
Las infecciones crónicas o los xenobióticos también pueden ser causas que agraven la inflamación crónica de bajo grado.
Cuando se dan una o varias de estas situaciones, tan comunes en nuestros días, el cuerpo se pone en alerta y reacciona de la única manera que sabe, generando inflamación. Lo malo es que en este caso no hay “bicho” contra el que luchar y si los factores que hemos comentado no se solucionan, la inflamación se perpetúa y nos encontramos que nuestro sistema inmune está constantemente en alerta y acaba dañándose. En ese momento la inflamación crónica de bajo grado ya se ha instalado en nuestro organismo.
Inflamación crónica de bajo grado y enfermedad
A día de hoy, se considera que la inflamación crónica de bajo grado está detrás de muchas enfermedades modernas.
Como sabemos, las enfermedades inflamatorias crónicas han sido reconocidas como la causa más importante de muerte en el mundo actual. Más del 50% de todas las muertes son atribuibles a enfermedades relacionadas con la inflamación, como la cardiopatía isquémica, el accidente cerebrovascular, el cáncer, la diabetes, la enfermedad renal crónica, el hígado graso no alcohólico y las afecciones autoinmunes y neurodegenerativas.
De hecho, la inflamación crónica de bajo grado se asocia con mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa.
También sabemos que la inflamación crónica de bajo grado aumenta con la edad, lo indican los estudios que muestran que las personas mayores tienen niveles más elevados de citocinas, quimiocinas y proteínas de fase aguda circulantes, así como mayor expresión de genes implicados en la inflamación.
La inflamación crónica de bajo grado contribuye a tantas enfermedades porqué es sistémica, afecta a todo el cuerpo.
- Daña el ADN celular aumentando la probabilidad de sufrir cáncer.
- Altera el orden de muchas hormonas favoreciendo la resistencia a la insulina.
- Produce daños en órganos y tejidos impidiendo que realicen correctamente sus funciones.
- Aumenta el riesgo cardiovascular y daña el sistema cardiorrespiratorio.
- Inhibe la neurogénesis contribuyendo a la aparición de depresión y enfermedades neurodegenerativas.
- Dificulta el funcionamiento del propio sistema inmune volviéndolo débil o confundiéndolo.
Como hemos visto, la inflamación aguda es una herramienta buena y muy útil con la que nuestro sistema inmune nos protege y nos cura. Algo totalmente distinto es la inflamación crónica de bajo grado, que se va generando por acumulación de factores que muchas veces tienen que ver con nuestro estilo de vida.
Para poder hacerle frente debemos cuidar nuestra alimentación, nuestro descanso, atender nuestro mundo emocional y no dejar de movernos.
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