
¿Qué es el colesterol?
El colesterol es una sustancia cerosa que forma parte de todas las membranas celulares de nuestro cuerpo, otorgando con su presencia unas propiedades únicas e indispensables para el buen funcionamiento de todas ellas, como por ejemplo un determinado grado de flexibilidad y a su vez firmeza estructural, evitando con ello que se alteren o rompan. Pero las membranas celulares no son únicamente meros envoltorios de protección, si no que se trata de estructuras dinámicas y altamente inteligentes que participan en la señalización celular y el transporte de sustancias dentro y fuera de las células.
La importancia del colesterol también radica en el hecho de que es parte esencial de la vitamina D y de muchas otras hormonas del cuerpo, incluyendo por ejemplo los estrógenos y la testosterona.
Todos los alimentos de origen animal (carne, mariscos, aves de corral, productos lácteos y huevos) contienen colesterol, ya que como vimos todas las células animales lo necesitan, es indispensable para la vida.
Importancia del colesterol en el cerebro
¿Por qué el cerebro necesita el colesterol? Aunque el cerebro representa sólo el 2% del peso corporal total, contiene el 20% del colesterol del cuerpo.
- Las sinapsis, las áreas mágicas donde se produce la comunicación entre las neuronas o células cerebrales, están recubiertas por membranas ricas en colesterol, y es gracias a su buen funcionamiento que se transmiten adecuadamente los neurotransmisores como la serotonina, GABA o la dopamina, de un lado a otro.
- La mielina, la materia blanca que aísla los circuitos cerebrales y que es clave para la transmisión nerviosa rápida y eficiente, está compuesta de membranas muy bien enrolladas y que contienen el 75% del colesterol del cerebro. El colesterol funciona de hecho como un transmisor de las señales externas, necesarias para activar los genes, y su presencia por ejemplo en el encéfalo tiende a perderse con la edad, con lo que tanto las personas mayores sanas como las que sufren alzhéimer suelen presentar niveles de colesterol cerebral más bajos de lo normal.
Por tanto, la importancia del colesterol en el cerebro es tal que sin su adecuada presencia se verá perjudicada nuestra capacidad cognitiva, aprendizaje, memoria, gestión emocional y un largo etc.
Colesterol en el cerebro durante el seguimiento de una dieta vegana o vegetariana
Afortunadamente, aunque los alimentos vegetales no contienen colesterol, las dietas vegetarianas probablemente no causan niveles de colesterol bajo en el cerebro. La razón reside en el hecho de que el colesterol en el cerebro no proviene del colesterol que comemos, de hecho la mayoría del colesterol que observamos medido en sangre es producido por nuestro organismo, algo que confirma su importancia.
Pero en cuanto al cerebro, la molécula de colesterol es demasiado grande y voluminosa para cruzar la barrera hematoencefálica, por lo que el colesterol a nivel cerebral es si o si producido todo ahí mismo.
A nivel endógeno, el colesterol puede fabricarse a partir tanto de hidratos de carbono, proteínas o de grasas, de manera que de forma independientemente de lo que comamos, siempre podemos y de hecho fabricamos colesterol, todo el que necesitemos.
Algo que ejemplifica este hecho son los «niveles altos de colesterol» en sangre observados en muchos vegetarianos, a pesar de llevar una dieta libre de colesterol.
Si bien es cierto que no disponemos de métodos para medir directamente los niveles de colesterol en el cerebro concretamente, pero en un principio no hay razón para pensar que las personas que eligen una dieta vegana tendrían niveles de colesterol cerebral más bajos que los de cualquier otra persona.
Por otro lado es importante señalar, que respecto a este tipo de dietas, serían más bien otros los nutrientes a ser debidamente vigilados o asegurada su presencia, pero aparentemente no el colesterol.
Relación entre niveles bajos de colesterol en sangre y salud mental
Tal y como vengo explicando, en un principio no debería ser motivo de preocupación, dada la producción endógena cerebral mencionada. Dicho de otro modo, el colesterol bajo en la sangre no estaría relacionado en un principio con niveles bajos de colesterol en el cerebro, aunque tal vez sí, tal y como vienen sugiriendo algunos estudios.
Estos últimos establecen una relación entre niveles totales de colesterol en sangre más bajos con mayor probabilidad de sufrir por ejemplo depresión, de tender hacia la agresividad, o de padecer cierto deterioro cognitivo, peor memoria por ejemplo.
De modo que, a pesar de ser un tema en investigación todavía, sabiendo la tremenda importancia biológica del colesterol en el cerebro y en todo el organismo, no parece ideal tener los niveles de éste demasiado bajos, pudiendo con ello verse efectivamente comprometida no solamente la función cerebral de la que venimos hablando, sino además y con mayor probabilidad la estabilidad y funcionalidad del resto de membranas celulares de todo nuestro cuerpo (que no son pocas), así como de la producción de hormonas y vitamina D señaladas previamente.
De hecho, la relación entre esos niveles bajos de colesterol en sangre y un funcionamiento no óptimo a nivel cerebral tal vez tenga que ver, o al menos en parte, por las deficiencias o alteraciones en la producción de tales hormonas o vitamina D dependientes de colesterol, dados los roles esenciales que juegan todas ellas en el la salud global del organismo (mente incluida por supuesto).
Estatinas y colesterol en el cerebro
Las estatinas son drogas farmacológicas diseñadas para bajar el nivel de colesterol LDL, el llamado «colesterol malo».
Su mecanismo de acción es a través de la inhibición de la actividad enzimática de HMG-CoA reductasa, enzima que nuestras células usan para construir nuevas moléculas de colesterol. Desafortunadamente, las estatinas cruzan la barrera hematoencefálica y por tanto acceden a nuestras células cerebrales, donde reducen la capacidad natural del cerebro para producir moléculas de colesterol, que el cerebro necesita para su funcionamiento óptimo, y por tanto ejerciendo un impacto en los niveles de colesterol en el cerebro.
Antes se pensaba que sólo cierto tipo de estatinas eran capaces de cruzar la barrera hematoencefálica, pero resulta que de hecho todas lo hacen, siendo la diferencia entre ellas los niveles mayores o menores de concentración que logran reunir dentro del órgano maestro. Incluso la pravastatina (Pravachol), que es la que tiene más dificultades para lograr tal viaje, penetra en el cerebro lo suficientemente como para interferir ahí con la fabricación de colesterol.
No ha habido muchos experimentos en humanos que prueben los efectos de las estatinas en la función cerebral, pero los pocos que se han realizado sugieren contundentemente que hay riesgos reales para el desarrollo o padecimiento de alteraciones cognitivas, especialmente en algunas personas.
Las estatinas y las enfermedades cardiovasculares: abordaje incorrecto del problema
Las estatinas son una mala idea para la mayoría de las personas, no sólo porque pueden mermar la función cerebral, si no porque además pueden disminuir la producción de hormonas, reducir los niveles de coenzima Q10, causar dolor muscular y suponer la aparición de otros efectos secundarios, y con todo ello ni siquiera garantizando una reducción del riesgo de enfermedad cardiovascular.
La razón de esto último es porque la enfermedad cardiovascular no tiene que ver con la ingesta de colesterol ni de grasas saturadas, y si no resolvemos la verdadera causa (ligada a otras cuestiones como una dieta inflamatoria rica en carbohidratos, y por tanto a una hiperglucemia resistencia a la insulina, disfunción endotelial e inflamación crónica de bajo grado, entre otras), no estaremos solucionando el problema y haciendo una verdadera prevención.
Las dietas con alto contenido de carbohidratos refinados (como el azúcar, la harina, los cereales y los zumos de fruta) pueden provocar niveles de insulina anormalmente altos. Y sucede que la insulina aumenta la actividad de la enzima que produce el colesterol, la HMG-CoA-reductasa, justamente la misma enzima que suprimen las estatinas. La insulina elevada o la resistencia a la insulina incrementa el riesgo de enfermedad cardiovascular a través de varios mecanismos, pero es interesante citar aquí la HMG-CoA-reductasa.
Por tanto, comer demasiados carbohidratos procesados es probablemente lo que eleva el colesterol «malo». Y me paro aquí un momento, porque conviene explicar que el LDL en sí no es malo. Las LDL son lipoproteínas que transportan el colesterol y otras sustancias a las células del cuerpo para su uso, y en verdad, si queremos realmente medir y valorar nuestro colesterol en sangre deberíamos observar el tamaño y la densidad de esas partículas LDL, siendo las más pequeñas y densas las más peligrosas, aquellas que acaban oxidándose y terminan infiltradas y atascadas en nuestras arterias. Este tipo de LDL es el verdaderamente nocivo, el cual es promovido por una ingesta alta en carbohidratos, especialmente refinados, y el cual es todavía más aterogénico cuando la ingesta de aceites vegetales de mala calidad está igualmente presente en la dieta (procesados, aceite girasol, etc).
Por otro lado, y dentro de los marcadores lipídicos frente al riesgo cardiovascular, cabe citar los niveles de triglicéridos como marcador también importante, los cuales aumentan dramáticamente ante esa ingesta alta en carbohidratos. A su vez, ante niveles bajos de HDL o Lipoproteínas de alta densidad la situación de riesgo aumenta todavía más, pues este tipo de lipoproteínas ejercen una función protectora al encargarse de recoger las LDL excedentes y circulantes en sangre y devolverlas al hígado para ser recicladas. Los niveles de HDL disminuyen con el seguimiento de esa dieta inflamatoria que vengo indicando como verdadera causa de todo el problema.
Definitivamente, ese exceso de glucosa en sangre es nefasto para la salud de los vasos sanguíneos, pues la glucosa extra glica las proteínas presentes en ellos y además promueve la oxidación del colesterol LDL, haciéndolo así peligroso. Por tanto, una de las primeras medidas más aconsejables para manejar esos niveles de colesterol en sangre y por tanto hacer que las lipoproteínas que lo transporten sean de tipo grande, no denso y no oxidadas, sería reducir el consumo de carbohidratos, evitando especialmente los refinados, asi como la eliminación de productos procesados, con esto último reduciriamos así también la ingesta de aceites vegetales de mala calidad y de tipo trans que alteran igualmente la calidad de ese LDL y promueven la inflamación.
Otras cuestiones y medidas deberían igualmente tomarse y tener en cuenta para reducir de forma natural y definitiva el riesgo cardiovascular, algo que merece un artículo entero, aunque lo ya mencionado hasta aquí es parte del pilar indispensable, que resolverá en gran medida la causa (hiperglucemia, resistencia a la insulina, inflamación etc).
En conclusión, cuando hay un problema con el colesterol, casi siempre hay un problema con un exceso de azúcar o carbohidratos.
¿Cuánto colesterol debemos comer?
Esta es una pregunta fascinante y difícil de responder con certeza. Nuestras células pueden producir colesterol a partir de alimentos que no contienen colesterol, así que técnicamente, no necesitamos comer colesterol.
Sin embargo, hacer o fabricar colesterol endógenamente es un trabajo duro, el cual comprende o requiere de más de 30 reacciones químicas o enzimáticas para generar una sola molécula de colesterol. Por lo que sabemos, el cuerpo podría preferir que obtengamos el colesterol ya hecho a través de los alimentos, y así ahorrarse la energía y los micronutrientes necesarios para el funcionamiento de las enzimas implicadas en su elaboración.
En cuanto al riesgo de un posible exceso de colesterol en la dieta, parece que tal hecho no tiene cabida, al menos no aparentemente. Si bien hay excepciones contadas, de tipo genético principalmente, donde por una serie de polimorfismos, una minoría de personas pueden llegar a alcanzar niveles altísimos de colesterol en sangre si no realizan un control de su ingesta.
Pero para el resto o mayoría de la población, el cuerpo dispone de elegantes mecanismos para regular la cantidad de colesterol que absorbemos de los alimentos. Y de hecho, lo más importante y destacable a decir aquí es que la gran mayoría del colesterol en la sangre no proviene de los alimentos que se comen, sino que es producido por el propio cuerpo tal y como introduje al principio, siendo o suponiendo el colesterol dietético menos de un 20%, resaltando con este dato una vez más la importancia del colesterol en el cerebro y el organismo entero.
De modo que, y concluyendo, el colesterol alto y de tipo aterogénico se produce cuando comemos demasiados carbohidratos inadecuados y frecuentemente, y no cuando comemos demasiada carne o huevos.
El seguimiento de una dieta nutricionalmente densa es la preferida para nuestro cerebro, a través de la cual parece intuitivo pensar, que es gracias en parte al favorecer niveles adecuados de colesterol y ácidos grasos esenciales en el cerebro, y por tanto será aquella que contenga suficiente grasa de calidad, proteina igualmente de calidad y de procedencia ecológica, y todas las vitaminas y minerales esenciales. Hablamos de una dieta basada en alimentos frescos, enteros y reales, dejando de lado el azúcar, los procesados y los aceites de mala calidad, la cual promoverá sin duda una buena salud cerebral.
No hay porque temer al colesterol ni a las grasas contenidas en esos alimentos de verdad, o dicho de otro modo, lo que hay que evitar son los productos alimenticios, que no es lo mismo que alimentos.
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