Causas de la desobediencia infantil

Vamos a conocer las posibles causas de la desobediencia infantil, cuando podemos decir que un niño es desobediente, y algunas pautas de utilidad.

Causas de la desobediencia infantil
Encarna Leiva Prados
Psicóloga y terapeuta, especialista en intervención preventiva, psicomotricidad, crianza y educación.

¿Cuándo hablamos de niños desobedientes?

¿Cuáles son las causas de la desobediencia infantil y cuando podemos decir que un niño es desobediente?

«Siempre va a la suya», «nos tiene agotados, ¡no sabemos qué hacer para que nos haga caso!». Y al final, la etiqueta: «¡es un desobediente!». Pero ¿cuándo aplicar este término?

Vamos a situarnos un poco más para responder mejor a la pregunta, y para ello hemos de tener en cuenta el momento evolutivo del niño. No es lo mismo un bebé que un niño de 2 años, o de 7… La maduración es diferente y las necesidades y requerimientos de cada momento también.

Empezando por los primeros meses, todos o casi todos estamos de acuerdo, es de sentido común, considerar que un bebé no nos va a hacer caso cuando le decimos o pedimos algo. Simplemente no tiene la madurez necesaria.

Cuando nos acercamos al año las cosas empiezan a no estar tan claras: nuestro hijo o hija ya nos dice «no» con la cabeza, deja caer cosas y cuando se las recogemos vuelve a dejarlas caer riendo, nos mira con cierta picardía cuando le reñimos por volver a meter la mano en la sopa por enésima vez… Ahí nos empezamos a plantear acerca de los límites y nos preocupa su desobediencia. No, no es desobediente como podemos entender el término los adultos: el niño está experimentando, con las cosas y con las relaciones. En estas edades el pequeño es todo sentimiento: lo veo, lo quiero, ¡lo cojo!. Por madurez, le supone un grandioso esfuerzo no tocar algo a su alcance que le interesa, quiere y necesita experimentar.

Sobre los dos, tres años. Entramos de lleno en la simbolización, es el momento de sentir la identidad, el «yo». Ya no es un ser simbiótico con su mamá, sin conciencia de donde acaba el uno, donde empieza el otro. Ahora ya dice «mío» con fuerza, y se sabe un ser íntegro, de cabeza a pies. Él es Juan, o ella es Ana, o María… La palabra nos permite abstracción, pensamiento, imágenes mentales. Es el gran paso madurativo. El desarrollo del córtex cerebral, la última capa del cerebro,  nos permite empezar a razonar. Empezar he dicho, que todavía nos queda un amplio camino por delante para grandes reflexiones. Y si no hacen lo que les decimos entonces son niños desobedientes ¿no?. Pues no, vuelvo a repetir, no como lo entenderíamos desde el filtro adulto. Un niño que acaba de entrar en su identidad nos dice «no» para decirse «sí» a sí mismo. Es la edad en que toca cierta oposición, es una primera adolescencia, los mal llamados «terrible two».

A los 6, 7 años. Ya hemos dejado atrás una intensa y compleja etapa en el crecimiento y empezamos a tener más recursos, podemos razonar, negociar, tenemos capacidades ya más cercanas al mundo adulto. Aquí, es a partir de aquí, donde podemos decir, dadas determinadas circunstancias, que un niño es desobediente como algo que le ha quedado en el carácter. Nunca determinante, por supuesto.

Causas de la desobediencia infantil

Conozcamos las posibles causas de la desobediencia infantil:

  • El niño no ha pasado una adecuada etapa de afirmación, ha quedado anclado en la necesidad de sentir su «yo»,  y su recurso es el constante negar al adulto. Está en una época emocionalmente complicada por motivos diversos: separación de los padres, nacimiento de hermanos, etc. Hace una regresión, por inseguridad, reclamando nuestra atención.
  • El pequeño o pequeña no nos hace caso, pero no como reacción y afirmación de sí mismo, sino porque está en su mundo, y «no nos ve». Es una situación delicada, que se puede solucionar, pero requiere en general de intervención profesional.

Pautas adecuadas

Conocidas las posibles causas de la desobediencia infantil veamos cuales son las pautas más adecuadas:

  • Es saludable que nuestros hijos se sientan contenidos, se les han de ofrecer límites claros y estructuradores, además de consensuados.
  • Respetemos y entendamos sus momentos evolutivos.
  • Vayamos más allá del hecho en sí de la desobediencia y tratemos de situarnos en contexto para entender mejor: ¿está hoy cansado?, ¿estamos bien en casa?, ¿qué nos quiere decir con esa rabieta?, ¿soy yo el exigente?
  • Seamos coherentes en nuestra actitud y demandas hacia ellos. Eso les dará mucha seguridad.

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