
Breve historia
Desde que la humanidad descubrió el fuego venimos haciendo y consumiendo caldo de huesos.
Cuando se atrapaba o sacrificaba una presa, se comía rápidamente sus partes blandas más nutritivas, cómo hígado, sesos, corazón… y con los músculos, lo que llamamos carne, fuimos aprendiendo diferentes técnicas para conservar y así tener reserva para días.
¿Y con los huesos hacíamos algo? Pues por supuesto no se desperdiciaban: se hacía caldo. Primero porque en los huesos quedaba enganchada gran cantidad de carne y cartílagos difíciles de aprovechar sin antes ser ablandados con la cocción.
Y segundo porque el caldo de esos huesos iba soltando nutrientes que, si bien no se conocía cuáles eran y para qué servían, sentíamos que nos eran beneficiosos. Ahora veremos porqué.
¿Qué sabemos hoy del caldo de huesos?
Sabemos que cuando preparamos un caldo de huesos el tiempo suficiente y de la manera adecuada conseguimos un plato rico minerales tan importantes como el calcio, fósforo, magnesio, sodio o potasio. Además es muy rico en los aminoácidos glicina, prolina y lisina que ayudan a sintetizar colágeno, conocida proteína por sus múltiples beneficios.
¿Cómo se prepara?
Ponemos 1kg de huesos de ternera, preferiblemente de pasto, con 5 o 6 litros de agua, 1 cucharada de vinagre de manzana o de limón para favorecer que los minerales de los huesos pasen al caldo, una cebolla entera, una cabeza de ajo entera y un par de hojas de laurel. Después de desespumar dejamos hirviendo a fuego lento un mínimo de 12 horas, aunque lo ideal es entre 24 y 30 horas.
Beneficios del caldo de huesos
Como decía se consigue un caldo rico en minerales y colágeno, vitales para la regeneración de nuestros tejidos, todos, desde el intestino a la piel y cabellos, pasando por nuestros tendones, músculos y hasta la córnea.
Concretamente se conoce que el caldo de huesos nos beneficia en todos estos casos:
- Inflamación del intestino, hiperpermeabilidad intestinal e intestino irritable: La gelatina que se consigue del caldo de huesos es muy digestiva y útil para proteger y sellar los intestinos. Además de los ya mencionados, el caldo de huesos contiene también glutamina, un aminoácido que ayuda a regenerar la mucosa y defender la pared intestinal de la entrada de ciertos alimentos y tóxicos.
- Salud de la piel y el cabello: Llegados a la edad adulta biológica, es decir, alrededor de los 30 años, nuestra producción de colágeno desciende y de ahí que empiecen a aparecer los primeros signos de envejecimiento como son líneas de expresión. Más adelante se convierten en arrugas y flacidez, y en el cabello en pérdida de densidad o directamente en caída del cabello.
En estos casos el consumo regular de caldo de huesos rico en colágeno nos ayuda a retrasar esa pérdida de elasticidad en la piel y en lucir un cabello más saludable. - Articulaciones: El caldo de huesos también contiene glucosamina y condroitina, componentes que ayudan a mitigar el dolor de articulaciones en casos de artritis y artrosis.
- Sueño y estrés: Gracias a otro aminoácido presente en el caldo de huesos, la glicina, también se le conceden propiedades beneficiosas para mejorar la calidad del sueño. Además, el hecho que sea bueno para ayudar a reparar la mucosa del intestino y su función, hace que sea beneficioso para una mejora del control del estrés, pues este órgano es el principal encargado en la formación de serotonina, hormona necesaria para sentirnos tranquilos, serenos y concentrados.
- Mejora el sistema inmune: Igualmente que en el caso del sueño y el estrés, nuestro sistema inmune se ve beneficiado por esa reparación y desinflamación del intestino, órgano encargado también, cada vez sabemos más, de producir y gestionar células inmunitarias. Esto favorece una mayor protección frente a las enfermedades y que se acorten los procesos infecciosos.
Como veis, el caldo de huesos es un gran aliado de nuestra salud, tengas la edad que tengas. Una buena noticia es que es un recurso económico incluso si eliges compra ecológica o de pasto, pues son las partes menos apreciadas del animal y suelen venderse a muy bajo coste.
Otra buena noticia es que se trata de un recurso lógico y consecuente para los que optamos por comer animales, pues hay que aprovechar al máximo sus partes de la mejor manera posible.
Además puedes tomarlo de múltiples maneras, pues a partir de ese caldo base puedes ir haciendo variantes con diferentes verduras y/o animales (también el pollo y el cerdo ofrecen partes ricas en colágeno y de muy buen sabor) o si no eres tan de caldo, puedes añadirlo a cremas de verduras o a estofados de legumbres. Les aportan sabor, consistencia, y todos los beneficios mencionados.
Bon appetit!